La pedagogia como ciencia y arte
El carácter de ciencia o de arte de la pedagogía es un dilema que históricamente ha sido objeto de debate. Sobre todo desde que la pedagogía, desgajada de la filosofía, se viste con las ropas de las ciencias experimentales, y en sus desarrollos didácticos pretende dictar prescripciones de carácter científico como orientaciones ciertas y universales (o incluso si se plantean como adaptadas a contextos) para el ejercicio de la enseñanza.
Al hablar de arte no hay que referirse a los conceptos clásicos de artes liberales o el de artes vulgares, sino a una acepción muy común que entiende por arte un saber hacer, un conjunto de habilidades y de conocimientos que nacen de la experiencia práctica y se nutren de ella. Este arte es propio de un oficio (el de maestro), que remite a artesanía. Es, en fin, un concepto al que se aproximan acepciones recogidas en el diccionario de la RAE: Virtud, disposición y habilidad para hacer algo. Conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien algo. Maña, astucia.
Este asunto, si la pedagogía es arte o ciencia, no es cuestión baladí, ya que profundizar en ese problema implica abordar sin prejuicios y sin doctrinas comúnmente admitidas cuestiones como la de la relación entre teoría y práctica pedagógicas, la formación del profesorado, la naturaleza del saber-poder pedagógico o la naturaleza de las relaciones maestro-alumnos en la práctica escolar, entre otras.
Las inquietudes sobre la pedagogía-científica vienen de lejos. Pero el debate, en pleno desarrollo, hunde sus raíces en el conglomerado de ideas y autores que se importan bajo el rótulo de la Escuela Nueva. En esa amplia corriente ya se introducían la psicología experimental, las ciencias del niño y las propuestas de metodólogos o pedagogos que alcanzaron fama universal.
Pero los modelos pedagógicos dominantes no lo son por la fuerza de los argumentos. Su hegemonía, al menos simbólica, su legitimación o naturalización viene determinada por el desarrollo material, las demandas sociales, los procesos de escolarización en términos reales, los espacios y funciones de los que detentan el saber-poder en el campo de las ciencias de la educación. Así, durante los años 90, se produce en España cierto cambio en los modelos pedagógicos, que son indicativos de un progresivo apoderamiento del cientificismo en la pedagogía. De unos fundamentos organizacionales se pasó a otros psicológicos.
Finalmente, conviene señalar tres principios o premisas que permiten poner bajo sospecha tanto las ilusiones psicopedagógicas como las ilusiones epistemológicas. Dicho de otra forma: se alerta tanto frente al idealismo pedagógico como a la otra cara de la moneda, la tradición anti-pedagógica. Aquéllas son:
- Negar el carácter científico de la pedagogía no puede entenderse como negación de la pedagogía como conocimiento, como campo de estudio.
- Distinguir entre lo que, en este terreno, son objetos de conocimiento y componentes ideológicos.
- Distinguir entre la reflexión y el estudio (histórico, sociológico, cultural o institucional, etc.) sobre el complejo y largo fenómeno social de la educación y lo que son propuestas pedagógicas, normas, metodologías y doctrinas didácticas. Distinguir entre reformas e innovaciones y cambios reales, que pueden coincidir o no.
en conclusión la pedagogía se puede determinar de las dos formas como una ciencia y una arte ya que las dos aportan a que haya un equilibrio en ambas.
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